
PROCESO ARTESANAL
Donde cada gota es un ritual.
Cinco pasos, un espíritu sagrado.


1. Cosecha (Jima)
El viaje comienza en los campos de agave bañados por el sol.
Solo se seleccionan agaves Espadín maduros, con una edad de entre 8 y 10 años, elegidos por hábiles jimadores.
Con manos expertas y afiladas hojas de coa, retiran las hojas puntiagudas, revelando el corazón preciado —la piña— el alma del mezcal.
Este acto ritual de cosecha honra tanto a la tierra como a la tradición, marcando el inicio de la transformación.


2. Horneado Lento en Hornos de Piedra y Tierra
Las piñas recién cosechadas se apilan en un horno cónico subterráneo de piedra y se hornean lentamente sobre fuego de leña durante varios días.
Esta técnica ancestral impregna el agave con profundos sabores ahumados, a la vez que suaviza las fibras para la siguiente etapa.
El fuego, la tierra y el tiempo se unen para despertar el espíritu dentro de cada piña.


3. Molienda (Tahona o Trituradora)
Una vez asado, el agave suavizado se tritura para extraer su jugo dulce y fibroso. Tradicionalmente, se utiliza una tahona —una enorme rueda de piedra volcánica— tirada por fuerza humana o animal.
Alternativamente, pueden emplearse trituradoras modernas, preservando aún la esencia artesanal.
En esta etapa, el agave entrega su cuerpo —su esencia— después de haber liberado su alma a través del fuego.


4. Fermentación Natural
El agave triturado se transfiere a tinas de madera al aire libre —generalmente de roble o pino— donde fermenta de forma natural. No se utilizan levaduras artificiales; en su lugar, levaduras silvestres nativas del entorno inician la transformación.
Esta fermentación no controlada está profundamente influenciada por el clima, la altitud y la flora local, dando como resultado un mezcal único y vivo en cada lote.


5. Destilación en Alambique de Cobre
El mosto fermentado se destila dos veces en alambiques de cobre, un proceso que refina el espíritu, concentra su carácter y asegura su pureza.
Esta doble destilación realza la fuerza y el equilibrio del producto final, dando como resultado un mezcal que es a la vez rudo y elegante —una auténtica reflexión de sus orígenes agrestes y su profundidad espiritual.